En la gestión moderna, pocas distinciones son tan determinantes como la diferencia entre procesos y proyectos. Aunque ambos conceptos aparecen de forma reiterada en metodologías, normas internacionales y literatura de gestión, en la práctica muchas organizaciones los confunden o los gestionan de manera aislada. Ese error genera ineficiencias, retrabajo y ausencia de dirección estratégica.
Qué es un proceso según ISO
Para comprender con claridad, conviene partir de
definiciones normativas. Según ISO 9000, un proceso es: “Conjunto de
actividades mutuamente relacionadas o que interactúan, que transforman entradas
en salidas.”
Esta definición implica que un proceso es:
- repetitivo,
- continuo
en el tiempo,
- orientado
a la estabilidad operacional,
- parte
de una cadena de valor que debe sostenerse mientras la organización
exista.
Un proceso no tiene fecha de terminación. Su propósito es
aportar consistencia, eficiencia y control.
Qué es un proyecto según PMI
El Project Management Institute (PMI) define un
proyecto como: “Un esfuerzo temporal emprendido para crear un producto,
servicio o resultado único.”. La temporalidad y la unicidad son esenciales.
Un proyecto:
- tiene
inicio y fin definidos,
- introduce
un cambio,
- corrige,
transforma o crea algo que no existía antes,
- requiere
gestión integrada de alcance, tiempo, costo y riesgo.
Mientras los procesos sostienen la operación, los proyectos
impulsan la evolución. No compiten: se complementan.
Procesos y proyectos no compiten: se necesitan
Uno de los errores más frecuentes es operar procesos sin generar proyectos, o impulsar proyectos sin fortalecer procesos. La realidad es más simple y profunda:
Los procesos garantizan la operación.
Los proyectos garantizan el cambio y la mejora.
La calidad sostenible exige el dominio de ambos.
Mi experiencia liderando una organización
técnica
Durante mi trabajo como líder de una organización
responsable de normas, calidad e infraestructura técnica, pude comprobar que:
- Los
procesos revelan información. Cuando se monitorean
adecuadamente, muestran fallas, cuellos de botella, desviaciones e
ineficiencias.
- Los
proyectos dan respuesta. Cada hallazgo del
proceso debe convertirse en un proyecto orientado a corregir, innovar o
transformar.
- La
madurez institucional surge cuando ambos se integran.
Un proceso sin proyecto se estanca. Un proyecto que no actualiza un
proceso se pierde.
Ese aprendizaje fue central: la organización avanza con más
velocidad, estabilidad y coherencia cuando entiende que cada proceso genera
oportunidades para un proyecto y que cada proyecto culmina en un proceso
mejorado.
La integración como ciclo de mejora continua
La lógica puede visualizarse como un ciclo:
- Los
procesos identifican necesidades. A través de indicadores,
auditorías, retroalimentación, medición de riesgos o análisis de brechas.
- Los
proyectos materializan la mejora. Se diseñan con recursos,
tiempos definidos y responsables claros.
- Los
procesos se actualizan. Integran los resultados
del proyecto, documentan cambios, ajustan controles y redefinen
indicadores.
- El
ciclo vuelve a iniciar. Así se sostiene la
mejora continua como mecanismo práctico, no teórico.
El error de liderazgo más común
Muchos líderes se enfocan únicamente en la operación,
preservando procesos pero sin generar transformación. Otros se centran solo en
ideas nuevas, sin integrarlas en una estructura que permita sostenerlas.
Ambas visiones son incompletas. Un liderazgo eficaz debe
sostener la operación y, simultáneamente, impulsar el cambio.
Un líder que no trabaja en ambos frentes —procesos y
proyectos— no construye resultados sostenibles. Administrar solo procesos es
mantener el pasado. Dirigir solo proyectos genera cambios que no perduran. La
calidad real nace de la articulación entre ambos.
Hacia el final de su carrera, W. Edwards Deming
expresó una idea que resume este equilibrio entre estabilidad y cambio:
“Sin una estructura, no existe mejora; sin
mejora, la estructura no tiene sentido.”
Su mensaje sigue vigente. La calidad no se logra únicamente
controlando lo que existe, ni únicamente innovando. Se logra integrando la
estabilidad de los procesos con la capacidad de transformación de los
proyectos.
Procesos y proyectos no son mundos paralelos.
Son los dos lenguajes que un líder debe dominar para construir capacidades
duraderas, generar confianza y asegurar que la organización mantenga vivo su
propósito esencial: mejorar continuamente.
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