En el lenguaje metrológico se habla con frecuencia de “calibrar”, “ajustar” o “verificar” como si fueran sinónimos. Sin embargo, confundirlos tiene consecuencias profundas: distorsiona resultados, genera falsas seguridades y, en los casos más graves, erosiona la confianza en todo el sistema de calidad y en las instituciones que lo sustentan.
Tres conceptos que parecen lo mismo, pero no lo son.
De acuerdo con el Vocabulario Internacional de Metrología (VIM, ISO/IEC Guide 99:2007):
- Calibración: “Operación que, en condiciones especificadas, establece una relación entre los valores de una magnitud indicados por un instrumento de medición o un sistema de medición, y los valores correspondientes de una magnitud realizados por patrones.” La calibración no implica alterar el instrumento, sino determinar su comportamiento respecto a un patrón trazable.
- Ajuste: “Operación de puesta a punto de un sistema de medición para que proporcione indicaciones prescritas correspondientes a valores dados de una magnitud que se mide.” Es decir, modifica físicamente o mediante software el instrumento para aproximar sus lecturas al valor verdadero.
- Verificación: “Aportación de evidencia objetiva de que un elemento dado cumple los requisitos especificados.” En metrología, implica comparar un instrumento con un patrón o referencia para determinar si está dentro de tolerancias aceptables para su uso previsto.
Errores de buena fe… y errores a conveniencia
En la práctica cotidiana, muchos confunden calibrar con ajustar. A veces por desconocimiento , una “buena fe técnica” donde se cree que basta con que el instrumento marque igual que el patrón. Otras veces, de manera más deliberada, para crear una apariencia de control donde en realidad no lo hay.
Cuando un laboratorio “ajusta” una balanza y la entrega con un certificado de “calibración”, está construyendo una verdad subjetiva: el instrumento parece exacto, pero se ha perdido la evidencia objetiva de su desempeño original. Esa omisión daña la credibilidad no solo del laboratorio, sino del sistema metrológico que lo avala.
La frontera entre lo técnico y lo ético
La metrología no es solo una ciencia exacta; es también una práctica moral. Quien calibra, ajusta o verifica tiene la responsabilidad de decir la verdad con datos. Alterar la trazabilidad, omitir incertidumbres o mezclar ajustes con verificaciones debilita el principio esencial de confianza pública.
Los organismos de metrología de segundo nivel, aquellos que trabajan directamente con las empresas, deben reforzar sus procedimientos, asegurar la competencia técnica de su personal y mantener una clara separación conceptual entre calibrar, ajustar y verificar.
El organismo de acreditación, por su parte, debe evaluar estos aspectos con rigor. No basta con verificar documentos o certificados: la integridad técnica y ética del sistema es el verdadero indicador de conformidad.
El rol del Instituto Nacional de Metrología (INM)
La verificación metrológica de los equipos que prestan servicios de calibración debe ser realizada exclusivamente por el Instituto Nacional de Metrología (INM) o por la entidad designada oficialmente como responsable de la metrología del país. Solo así se garantiza la trazabilidad al Sistema Internacional de Unidades (SI) y la confianza internacional en las mediciones nacionales.
Invertir en el INM no es un gasto; es una decisión estratégica. Sin un INM fuerte, un país pierde su capacidad metrológica, su reconocimiento internacional y, con ello, la credibilidad de toda su infraestructura de calidad. La confianza se construye con inversión, trazabilidad y transparencia.
Cuando la precisión se vuelve política
Los radares de velocidad o las balanzas comerciales son ejemplos concretos de cómo los errores conceptuales y la falta de control técnico pueden tener consecuencias sociales. Un radar mal calibrado o ajustado indebidamente puede generar sanciones injustas; una balanza sin trazabilidad puede afectar miles de transacciones diarias. Cuando la metrología se manipula, la justicia técnica se convierte en injusticia civil.
Conclusión
La diferencia entre calibrar, ajustar y verificar no es semántica. Es la frontera entre la ciencia y la conveniencia. Defender esa frontera, con competencia técnica, ética profesional e inversión institucional, es esencial para mantener viva la confianza en la infraestructura de la calidad.
Y esa confianza empieza siempre por la verdad metrológica.

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