Reglamentos y buenas prácticas regulatorias
Un reglamento técnico bien hecho debería estar basado en buenas prácticas regulatorias (BPR) y en normas internacionales. Esto garantiza coherencia, facilita el comercio y reduce la dispersión normativa. Sin embargo, incluso el mejor reglamento en el papel no sirve si falta infraestructura de la calidad para aplicarlo, o si se erosiona el pilar ético que le da legitimidad.
Las tres verdades en este contexto
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Verdad objetiva: está en los ensayos, inspecciones y certificaciones que confirman lo declarado. Si no existen laboratorios acreditados, ni organismos competentes, no hay cómo comprobar objetivamente lo que se promete.
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Verdad subjetiva: es la percepción del consumidor. Una etiqueta puede generar confianza o engaño: el cliente cree comprar “100% algodón” o un producto seguro, aunque en realidad no lo sea. Cuando no hay valores ni control, esta subjetividad se manipula fácilmente.
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Verdad intersubjetiva: surge de los reglamentos y consensos internacionales. La ISO, la CAN, la OMC o acuerdos multilaterales dan un marco común, pero si ese marco no se sostiene con objetividad (ensayos) y ética, se vuelve un ritual vacío.
El rol de la autodeclaración (ISO/IEC 17050)
La ISO/IEC 17050 muestra cómo una autodeclaración puede ser creíble. De hecho, las grandes economías la usan ampliamente, pero siempre bajo dos condiciones:
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Que el proveedor asuma responsabilidad legal plena por lo declarado.
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Que existan mecanismos de control posterior eficaces (market surveillance, sanciones, trazabilidad).
Así, la autodeclaración no es un acto ingenuo de confianza, sino un mecanismo reconocido dentro de una infraestructura regulatoria sólida.
Cuando falta ética, todo se desmorona
He visto en la práctica cómo coexisten buenos y malos empresarios. Algunos cumplen con rigor, pero otros falsifican declaraciones de conformidad. En ausencia de vigilancia y sanción, los falsificadores tienen ventaja, el consumidor queda desprotegido y el mercado castiga a quienes hacen bien las cosas. Esto erosiona tanto la confianza subjetiva del consumidor como la intersubjetiva del sistema.
La verdadera articulación
Una evaluación de la conformidad confiable requiere cuatro pilares inseparables:
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Buenas prácticas regulatorias en el diseño de los reglamentos.
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Normas internacionales como referencia común.
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Infraestructura de la calidad (laboratorios, organismos de inspección, certificación acreditada).
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Ética e integridad como cimiento transversal que da sentido a lo objetivo, lo subjetivo y lo intersubjetivo.
Conclusión
Cuando los valores se debilitan, las normas y reglamentos existen solo en el papel. La verdad objetiva (ensayos), la subjetiva (percepción del consumidor) y la intersubjetiva (consensos normativos) se distorsionan o pierden fuerza.
La ISO/IEC 17050 puede ser un instrumento poderoso, pero solo funciona dentro de un ecosistema regulatorio con buenas prácticas, normas internacionales, infraestructura sólida y valores de transparencia.
De lo contrario, lo que aparenta ser confianza termina siendo ilusión, debilitando tanto a la infraestructura de la calidad como a los empresarios que sí cumplen.
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