Reflexión

"Hay que aprender a analizar el contexto, entender la lógica de los procesos y permitirse el pensamiento abstracto para buscar oportunidades de mejora."

Somos parte de Corporación 3D Calidad

Este blog es una contribución de Corporación 3D Calidad.

Nuestro compromiso es mejorar los sistemas y resultados de las organizaciones apoyando a su desarrollo y crecimiento.

martes, 18 de noviembre de 2025

Procesos y Proyectos: dos lenguajes que todo líder debe dominar

En la gestión moderna, pocas distinciones son tan determinantes como la diferencia entre procesos y proyectos. Aunque ambos conceptos aparecen de forma reiterada en metodologías, normas internacionales y literatura de gestión, en la práctica muchas organizaciones los confunden o los gestionan de manera aislada. Ese error genera ineficiencias, retrabajo y ausencia de dirección estratégica.

Qué es un proceso según ISO

Para comprender con claridad, conviene partir de definiciones normativas. Según ISO 9000, un proceso es: “Conjunto de actividades mutuamente relacionadas o que interactúan, que transforman entradas en salidas.”

Esta definición implica que un proceso es:

  • repetitivo,
  • continuo en el tiempo,
  • orientado a la estabilidad operacional,
  • parte de una cadena de valor que debe sostenerse mientras la organización exista.

Un proceso no tiene fecha de terminación. Su propósito es aportar consistencia, eficiencia y control.

Qué es un proyecto según PMI

El Project Management Institute (PMI) define un proyecto como: “Un esfuerzo temporal emprendido para crear un producto, servicio o resultado único.”. La temporalidad y la unicidad son esenciales.

Un proyecto:

  • tiene inicio y fin definidos,
  • introduce un cambio,
  • corrige, transforma o crea algo que no existía antes,
  • requiere gestión integrada de alcance, tiempo, costo y riesgo.

Mientras los procesos sostienen la operación, los proyectos impulsan la evolución. No compiten: se complementan.

Procesos y proyectos no compiten: se necesitan

Uno de los errores más frecuentes es operar procesos sin generar proyectos, o impulsar proyectos sin fortalecer procesos. La realidad es más simple y profunda:

Los procesos garantizan la operación.
Los proyectos garantizan el cambio y la mejora.

La calidad sostenible exige el dominio de ambos.

Mi experiencia liderando una organización técnica

Durante mi trabajo como líder de una organización responsable de normas, calidad e infraestructura técnica, pude comprobar que:

  • Los procesos revelan información. Cuando se monitorean adecuadamente, muestran fallas, cuellos de botella, desviaciones e ineficiencias.
  • Los proyectos dan respuesta. Cada hallazgo del proceso debe convertirse en un proyecto orientado a corregir, innovar o transformar.
  • La madurez institucional surge cuando ambos se integran. Un proceso sin proyecto se estanca. Un proyecto que no actualiza un proceso se pierde.

Ese aprendizaje fue central: la organización avanza con más velocidad, estabilidad y coherencia cuando entiende que cada proceso genera oportunidades para un proyecto y que cada proyecto culmina en un proceso mejorado.

La integración como ciclo de mejora continua

La lógica puede visualizarse como un ciclo:

  1. Los procesos identifican necesidades. A través de indicadores, auditorías, retroalimentación, medición de riesgos o análisis de brechas.
  2. Los proyectos materializan la mejora. Se diseñan con recursos, tiempos definidos y responsables claros.
  3. Los procesos se actualizan. Integran los resultados del proyecto, documentan cambios, ajustan controles y redefinen indicadores.
  4. El ciclo vuelve a iniciar. Así se sostiene la mejora continua como mecanismo práctico, no teórico.

El error de liderazgo más común


Muchos líderes se enfocan únicamente en la operación, preservando procesos pero sin generar transformación. Otros se centran solo en ideas nuevas, sin integrarlas en una estructura que permita sostenerlas.

Ambas visiones son incompletas. Un liderazgo eficaz debe sostener la operación y, simultáneamente, impulsar el cambio.

Un líder que no trabaja en ambos frentes —procesos y proyectos— no construye resultados sostenibles. Administrar solo procesos es mantener el pasado. Dirigir solo proyectos genera cambios que no perduran. La calidad real nace de la articulación entre ambos.

 Conclusión

Hacia el final de su carrera, W. Edwards Deming expresó una idea que resume este equilibrio entre estabilidad y cambio:

“Sin una estructura, no existe mejora; sin mejora, la estructura no tiene sentido.”

Su mensaje sigue vigente. La calidad no se logra únicamente controlando lo que existe, ni únicamente innovando. Se logra integrando la estabilidad de los procesos con la capacidad de transformación de los proyectos.

Procesos y proyectos no son mundos paralelos. Son los dos lenguajes que un líder debe dominar para construir capacidades duraderas, generar confianza y asegurar que la organización mantenga vivo su propósito esencial: mejorar continuamente.

 

viernes, 14 de noviembre de 2025

De STEM en 2012 a la era de la IA: de la ciencia a la política de calidad global

En febrero de 2012, publiqué en este mismo blog un artículo titulado

“Science, Technology, Engineering and Mathematics (STEM)” (https://calidadyactitud.blogspot.com/2012/02/ciencia-tecnologia-ingenieria-y.html), donde destacaba la importancia de fortalecer la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas como pilar del desarrollo.

Entonces escribí que “el futuro pertenecerá a quienes logren integrar la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas en soluciones concretas para los problemas del mundo real.”

Trece años después, esa frase tiene más vigencia que nunca.

Hoy, la irrupción de la inteligencia artificial, la automatización, la gestión de datos y la necesidad de sostenibilidad han cambiado radicalmente la manera de entender el talento, la calidad y la innovación.

De la visión técnica al liderazgo normativo

Entre aquel artículo y hoy, tuve el privilegio de desempeñarme como Director del Instituto Ecuatoriano de Normalización (INEN. Esa experiencia me permitió ver de cerca cómo las normas internacionales se convierten en herramientas de política pública y cómo los Organismos Nacionales de Normalización (ONN) son actores clave para garantizar que cada país tenga voz en la construcción de un sistema mundial basado en calidad, transparencia y confianza.

La calidad, cuando se traduce en norma, se convierte en lenguaje común entre gobiernos, empresas y ciudadanos. Y ese lenguaje, que nace de la ciencia y la evidencia,  requiere profesionales formados en disciplinas STEM capaces de interpretar, aplicar y evolucionar los estándares internacionales.

En mi paso por la normalización, comprendí que las políticas de calidad solo son sostenibles cuando se fundamentan en conocimiento científico y cuando el ONN actúa como catalizador del diálogo entre academia, industria y Estado.

STEM y la inteligencia artificial: una nueva convergencia

En 2012 hablábamos de formar ingenieros, tecnólogos y científicos. Hoy, el desafío es formar profesionales STEM que comprendan la relación entre los datos, la ética y la inteligencia artificial. No basta con saber programar o modelar sistemas: hay que entender cómo las decisiones automatizadas afectan la confianza, la equidad y la sostenibilidad.

Las nuevas normas internacionales, como ISO/IEC 42001 (Sistemas de Gestión de Inteligencia Artificial) o ISO/IEC 23894 (Gestión de riesgos en IA), exigen equipos multidisciplinarios con conocimiento técnico, ético y normativo.

La infraestructura de la calidad (IC), que integra la metrología, la normalización, la acreditación y la evaluación de la conformidad, necesita ahora perfiles STEM que manejen no solo la tecnología, sino también la gobernanza digital y los impactos sociales de la IA.

Ciencia, normas y política pública

La evolución de las normas internacionales ha demostrado que la calidad no es solo un atributo técnico: es una herramienta de gobernanza. Los países con ONN fuertes y con políticas públicas basadas en normas generan más confianza, más inversión y mejor competitividad. Y detrás de cada norma bien diseñada hay profesionales que entienden tanto la ciencia como el contexto humano donde se aplica.

Por eso, hoy más que nunca, los perfiles STEM son esenciales en todos los ámbitos:

en la industria, para asegurar la trazabilidad y la innovación responsable;

en la academia, para generar conocimiento útil y transferible;

y en el sector público, para diseñar políticas basadas en evidencia y calidad.

Conclusión: ciencia, ética y calidad como pilares de futuro

El artículo de 2012 fue una invitación a pensar el futuro. Hoy, desde la experiencia en normalización y en liderazgo técnico, puedo afirmar que ese futuro ya llegó.

La calidad, la ciencia y la inteligencia artificial están entrelazadas, y su convergencia exige profesionales capaces de unir el pensamiento analítico con la responsabilidad ética.

En la era de la IA, los profesionales STEM son la nueva infraestructura invisible de la confianza global.  Y los Organismos Nacionales de Normalización tienen la misión de garantizar que ese conocimiento se traduzca en políticas públicas que mejoren la vida de las personas, eleven la competitividad y fortalezcan la cooperación internacional.

La ciencia genera conocimiento, las normas lo organizan y la ética lo dirige hacia el bien común. Esa es la nueva ecuación de la calidad en la era digital.



miércoles, 12 de noviembre de 2025

Calibrar, Ajustar o Verificar: la precisión no solo es técnica, también es ética

 En el lenguaje metrológico se habla con frecuencia de “calibrar”, “ajustar” o “verificar” como si fueran sinónimos. Sin embargo, confundirlos tiene consecuencias profundas: distorsiona resultados, genera falsas seguridades y, en los casos más graves, erosiona la confianza en todo el sistema de calidad y en las instituciones que lo sustentan.

Tres conceptos que parecen lo mismo, pero no lo son.

De acuerdo con el Vocabulario Internacional de Metrología (VIM, ISO/IEC Guide 99:2007):

  • Calibración: “Operación que, en condiciones especificadas, establece una relación entre los valores de una magnitud indicados por un instrumento de medición o un sistema de medición, y los valores correspondientes de una magnitud realizados por patrones.” La calibración no implica alterar el instrumento, sino determinar su comportamiento respecto a un patrón trazable.
  • Ajuste: “Operación de puesta a punto de un sistema de medición para que proporcione indicaciones prescritas correspondientes a valores dados de una magnitud que se mide.” Es decir, modifica físicamente o mediante software el instrumento para aproximar sus lecturas al valor verdadero.
  • Verificación: “Aportación de evidencia objetiva de que un elemento dado cumple los requisitos especificados.” En metrología, implica comparar un instrumento con un patrón o referencia para determinar si está dentro de tolerancias aceptables para su uso previsto.


Errores de buena fe… y errores a conveniencia

En la práctica cotidiana, muchos confunden calibrar con ajustar. A veces por desconocimiento , una “buena fe técnica” donde se cree que basta con que el instrumento marque igual que el patrón. Otras veces, de manera más deliberada, para crear una apariencia de control donde en realidad no lo hay.

Cuando un laboratorio “ajusta” una balanza y la entrega con un certificado de “calibración”, está construyendo una verdad subjetiva: el instrumento parece exacto, pero se ha perdido la evidencia objetiva de su desempeño original. Esa omisión daña la credibilidad no solo del laboratorio, sino del sistema metrológico que lo avala.

La frontera entre lo técnico y lo ético

La metrología no es solo una ciencia exacta; es también una práctica moral. Quien calibra, ajusta o verifica tiene la responsabilidad de decir la verdad con datos. Alterar la trazabilidad, omitir incertidumbres o mezclar ajustes con verificaciones debilita el principio esencial de confianza pública.

Los organismos de metrología de segundo nivel, aquellos que trabajan directamente con las empresas, deben reforzar sus procedimientos, asegurar la competencia técnica de su personal y mantener una clara separación conceptual entre calibrar, ajustar y verificar.

El organismo de acreditación, por su parte, debe evaluar estos aspectos con rigor. No basta con verificar documentos o certificados: la integridad técnica y ética del sistema es el verdadero indicador de conformidad.

El rol del Instituto Nacional de Metrología (INM)

La verificación metrológica de los equipos que prestan servicios de calibración debe ser realizada exclusivamente por el Instituto Nacional de Metrología (INM) o por la entidad designada oficialmente como responsable de la metrología del país. Solo así se garantiza la trazabilidad al Sistema Internacional de Unidades (SI) y la confianza internacional en las mediciones nacionales.

Invertir en el INM no es un gasto; es una decisión estratégica. Sin un INM fuerte, un país pierde su capacidad metrológica, su reconocimiento internacional y, con ello, la credibilidad de toda su infraestructura de calidad. La confianza se construye con inversión, trazabilidad y transparencia.

Cuando la precisión se vuelve política

Los radares de velocidad o las balanzas comerciales son ejemplos concretos de cómo los errores conceptuales y la falta de control técnico pueden tener consecuencias sociales. Un radar mal calibrado o ajustado indebidamente puede generar sanciones injustas; una balanza sin trazabilidad puede afectar miles de transacciones diarias. Cuando la metrología se manipula, la justicia técnica se convierte en injusticia civil.

Conclusión

La diferencia entre calibrar, ajustar y verificar no es semántica. Es la frontera entre la ciencia y la conveniencia. Defender esa frontera, con competencia técnica, ética profesional e inversión institucional,  es esencial para mantener viva la confianza en la infraestructura de la calidad.

Y esa confianza empieza siempre por la verdad metrológica.