En febrero de 2012, publiqué en este mismo blog un artículo titulado
“Science, Technology, Engineering and Mathematics (STEM)” (https://calidadyactitud.blogspot.com/2012/02/ciencia-tecnologia-ingenieria-y.html), donde destacaba la importancia de fortalecer la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas como pilar del desarrollo.
Entonces escribí que “el futuro pertenecerá a quienes logren integrar la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas en soluciones concretas para los problemas del mundo real.”
Trece años después, esa frase tiene más vigencia que nunca.
Hoy, la irrupción de la inteligencia artificial, la automatización, la gestión de datos y la necesidad de sostenibilidad han cambiado radicalmente la manera de entender el talento, la calidad y la innovación.
De la visión técnica al liderazgo normativo
Entre aquel artículo y hoy, tuve el privilegio de desempeñarme como Director del Instituto Ecuatoriano de Normalización (INEN. Esa experiencia me permitió ver de cerca cómo las normas internacionales se convierten en herramientas de política pública y cómo los Organismos Nacionales de Normalización (ONN) son actores clave para garantizar que cada país tenga voz en la construcción de un sistema mundial basado en calidad, transparencia y confianza.
La calidad, cuando se traduce en norma, se convierte en lenguaje común entre gobiernos, empresas y ciudadanos. Y ese lenguaje, que nace de la ciencia y la evidencia, requiere profesionales formados en disciplinas STEM capaces de interpretar, aplicar y evolucionar los estándares internacionales.
En mi paso por la normalización, comprendí que las políticas de calidad solo son sostenibles cuando se fundamentan en conocimiento científico y cuando el ONN actúa como catalizador del diálogo entre academia, industria y Estado.
STEM y la inteligencia artificial: una nueva convergencia
En 2012 hablábamos de formar ingenieros, tecnólogos y científicos. Hoy, el desafío es formar profesionales STEM que comprendan la relación entre los datos, la ética y la inteligencia artificial. No basta con saber programar o modelar sistemas: hay que entender cómo las decisiones automatizadas afectan la confianza, la equidad y la sostenibilidad.
Las nuevas normas internacionales, como ISO/IEC 42001 (Sistemas de Gestión de Inteligencia Artificial) o ISO/IEC 23894 (Gestión de riesgos en IA), exigen equipos multidisciplinarios con conocimiento técnico, ético y normativo.
La infraestructura de la calidad (IC), que integra la metrología, la normalización, la acreditación y la evaluación de la conformidad, necesita ahora perfiles STEM que manejen no solo la tecnología, sino también la gobernanza digital y los impactos sociales de la IA.
Ciencia, normas y política pública
La evolución de las normas internacionales ha demostrado que la calidad no es solo un atributo técnico: es una herramienta de gobernanza. Los países con ONN fuertes y con políticas públicas basadas en normas generan más confianza, más inversión y mejor competitividad. Y detrás de cada norma bien diseñada hay profesionales que entienden tanto la ciencia como el contexto humano donde se aplica.
Por eso, hoy más que nunca, los perfiles STEM son esenciales en todos los ámbitos:
• en la industria, para asegurar la trazabilidad y la innovación responsable;
• en la academia, para generar conocimiento útil y transferible;
• y en el sector público, para diseñar políticas basadas en evidencia y calidad.
Conclusión: ciencia, ética y calidad como pilares de futuro
El artículo de 2012 fue una invitación a pensar el futuro. Hoy, desde la experiencia en normalización y en liderazgo técnico, puedo afirmar que ese futuro ya llegó.
La calidad, la ciencia y la inteligencia artificial están entrelazadas, y su convergencia exige profesionales capaces de unir el pensamiento analítico con la responsabilidad ética.
En la era de la IA, los profesionales STEM son la nueva infraestructura invisible de la confianza global. Y los Organismos Nacionales de Normalización tienen la misión de garantizar que ese conocimiento se traduzca en políticas públicas que mejoren la vida de las personas, eleven la competitividad y fortalezcan la cooperación internacional.
La ciencia genera conocimiento, las normas lo organizan y la ética lo dirige hacia el bien común. Esa es la nueva ecuación de la calidad en la era digital.
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